Por naturaleza, los seres humanos anhelamos la compañía de otros, establecemos conexiones directas e indirectas con la sociedad, y tenemos la innata capacidad de dar y ayudar a quienes nos rodean. Es un principio vital, una característica fundamental de la naturaleza humana. Vivir, compartir y convivir en comunidades está en nuestro ADN.
Servir a los demás implica estar dispuestos a dar lo mejor de nosotros, compartiendo nuestras habilidades y talentos para satisfacer las necesidades de quienes nos rodean. Como miembros de una sociedad, estamos programados para no solo pensar en nuestras propias necesidades y deseos, sino también en lo que necesitan o desean las personas que comparten nuestro entorno.
Lamentablemente, en la actualidad, en algunos sectores, parece que hemos perdido el valor del servicio a los demás. A menudo nos centramos tanto en nuestras necesidades personales que olvidamos lo gratificante que es ayudar a los demás. En un mundo que experimenta importantes cambios culturales y sociales, inculcar el valor del servicio se ha convertido en algo esencial, ya que nos permite superar la individualidad y abrazar la solidaridad.
De esta manera, debemos creer firmemente que la fórmula perfecta para la formación de individuos ejemplares es la combinación de familia más colegio. Al unir fuerzas y compartir un propósito común, se forjan individuos íntegros, curiosos y reflexivos que actúan en beneficio de los demás. Los niños comprenden que preocuparse por los demás es una parte fundamental de sus responsabilidades como seres humanos.
Gonzalo Bejarano, Coordinador del Área de Ciencias Humanas y Educación Religiosa Escolar, sostiene que al reflexionar sobre el servicio y actuar con voluntad de ayuda, los estudiantes adquieren valores esenciales. Estos valores incluyen el amor hacia los demás, el respeto por las diferencias, la responsabilidad mutua, la integración en medio de la diversidad y la generosidad desinteresada, que a su vez fomenta una mayor alegría. En resumen, los niños aprenden a ser agradecidos y a valorar los privilegios que tienen, compartiendo desinteresadamente lo que son y lo que tienen, sin esperar nada a cambio
Aunque el valor del servicio es fundamental para los colegios y se enseña diariamente, los padres también pueden fomentarlo en el hogar. Pueden hacerlo a través del ejemplo, la promoción de buenos hábitos y la participación constante y alegre en actividades sociales, entre otras prácticas. ¡El servicio nos hace mejores como personas y como comunidad!